Aquí cabemos todos... y todos somos imprescindibles.

Un pequeño grupo de jóvenes que comparte unos minutos a la semana. Una pocas horas al mes... pero es un momento de vida. Queremos que esa vida compartida, sea germen de algo más grande que, por fortuna, depende sólo y exclusivamente de nosotros. Cada día nuestra vida va por caminos diferentes. Unos nos veremos, otros no. Ahora tenemos este punto de encuentro común. Todos nuestros caminos pueden converger en esta especie de plaza pública en el que nos encontramos cuando queremos, en el que podemos -y debemos- dejar nuestras opiniones, nuestras ideas, nuestros sentimientos... Entre todos debemos de construir este pequeño espacio común, como una acogedora sala de reuniones, como una casa de todos...
Entrad, entrad... no os quedéis fuera...
¡¡Sed bienvenidos!!

sábado, 27 de noviembre de 2010

El rincón de la culturilla religiosa: El Adviento.

Significado del Adviento

La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.

Esta es su triple finalidad:

- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos de la justicia y del amor.



- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria".

En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección:

Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué actitudes positivas hemos vivido hasta ahora y en cuáles vamos a mejorar. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.

Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.

Algo que no debes olvidar

El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad.
El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.
En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios, con los demás y convertirnos de nuevo.
Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.

Cuida tu fe

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Resumen de la reunión del 21 de noviembre de 2010

Continuamos dando contenido a este foro virtual de encuentro del que espero deis uso, que si no, de nada servirá... Soy muy pesado, ya lo sé... pero insisto en que entréis, leáis y opinéis. Quiero colaborar a despertar en vosotros la capacidad de pensar, de discutir, de debatir, de opinar... ¿sabéis que significa eso...? Hacer de vosotros personas más libres, nada más y nada menos. ¿Qué es ser libre...? Y eso daría para una discusión también larga y extensa. ¿Qué creéis que es ser libre? ¿Qué podáis hacer lo que os de la gana? ¿Que entréis y salgáis de casa cuando os plazca? Ummm... no me parece a mí... ¿Sabéis que creo que es la libertad? Pues el que cada uno pueda optar en cada momento de su vida especialmente por aquello que le haga mejor, que le haga crecer como persona, como individuo que pertenece a una sociedad concreta y que por tanto, al crecer él como persona, ayuda a desarrollarse a la sociedad; por tanto, una persona que tenga capacidad crítica, analítica, que piense, que recabe información de diversos medios para forjarse su propia opinión y que en última instancia, tenga criterio, sin duda será más libre. Por eso os insisto tanto en que no os calléis, que debatamos, que opinemos, que aportemos; lo contrario, aparte de ser un aburrimiento, será una pérdida importante de tiempo.
Bien, hoy continuamos por otra parte con el tema del amor. Lamentablemente, aún hay miembros de grupo que no son capaces de dedicar unos minutos a preparar mínimamente la reunión, y eso lastra a los demás. No es necesario una hora, con un puñado de minutos bien invertidos será suficiente. Queríamos resaltar aquello que nos llamaba la atención de los textos que previamente vosotros habíais seleccionado, y a partir de eso, ver actitudes, comportamientos, ideas que nos llamen la atención y porqué. Sólo nos dio tiempo a leer los que habían seleccionado Pedro y Alex. Ambos sobre el amor amical, entre amigos. En ellos vimos que se resaltaban dos aspectos importantes de la amistad: la sinceridad y el apoyo incondicional. Una amistad verdadera tiene que ser sincera, eso está claro, sin dobleces, sin ambigüedades. Y tiene que ser, por supuesto, incondicional. Tenemos que ofrecer y encontrar en el otro ese apoyo que nos ayude a avanzar, que nos escuche, que nos aliente, que nos acompañe y claro está, sin ningún tipo de condición previa.
Espero que podamos seguir discutiendo el próximo domingo con más intensidad y participación y espero que os resulte interesante. A mí hoy me lo ha parecido.

Comentario al Evangelio del 21 de noviembre de 2010

Lucas 23, 35-43


Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: "A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido." También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!" Había encima de él una inscripción: "Este es el Rey de los judíos." Uno de los malhechores colgados le insultaba: "¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!" Pero el otro le respondió diciendo: "¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho." Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino." Jesús le dijo: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso."




Como sabéis con este domingo llegamos al final del ciclo litúrgico. El último domingo de cada año, la Iglesia cierra con broche de oro el ciclo ordinario con la fiesta de Cristo Rey. Y el próximo domingo iniciaremos nuestra preparación para la venida de Jesús en la Navidad: el adviento.

Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo.

Jesucristo es Rey. Pero un rey muy distinto. Es un rey sin armas, sin palacios, sin tronos, sin honores; un rey sin ejército y sin soldados. Un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad y de la mansedumbre. Un rey que no atropella ni violenta a nadie, y que no impone su yugo o su ley por capricho. El que lo acepte como rey, debe acogerlo libremente y abrazar su misma “lógica”, que es la del amor y del perdón.

Cristo es -si podemos hablar así- un rey “débil” porque Él mismo quiso escoger la debilidad para redimirnos. “Donde está la cruz, no hay lugar para los signos de la fuerza”. No recuerdo dónde leí esta frase, pero es totalmente cierta. Cristo es Rey. Pero no tiene armas. Las armas las tienen sus enemigos. Cuando Pilato, antes de condenarlo a muerte, le preguntó si era rey, Jesús le dio una respuesta desconcertante: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado en manos de los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Jn 19, 36). Palabras misteriosas, pero profundamente reveladoras.

Cristo es rey. Pero no según los cánones y criterios de este mundo. Su soberanía es la del amor, de la justicia y de la paz. Su trono es una cruz; su cetro, una caña con la que le golpean la cabeza; su corona, una corona de espinas. Su reino es para los pobres y humildes de corazón, para los mansos, los pacíficos y los misericordiosos; para los perseguidos por la verdad y la justicia. Su programa de vida se resume en el Sermón de la montaña, en las bienaventuranzas y el mandamiento de la caridad. Sus súbditos y sus amigos predilectos son los pobres y pecadores; sus compañeros de destino, los malhechores, como ese “buen ladrón” que encontramos en el evangelio de hoy.

Los judíos y los príncipes de los sacerdotes que ultrajan a Cristo crucificado hablan un lenguaje de poder y lo desafían a que demuestre su fuerza bajando de la cruz: “Si de verdad es el Hijo de Dios, que baje de la cruz, que se salve a sí mismo”. Y lo mismo le dice el otro de los ladrones crucificados con Él. Pero Jesús no hace caso. Su fuerza es el perdón, el amor y la misericordia. Y así lo descubre ese “buen ladrón”.


Ojalá que este día de Cristo Rey, también nosotros queramos aceptar la soberanía de Jesucristo y le proclamemos Señor de nuestras vidas volviendo a Él de todo corazón, y haciendo que muchos otros hombres y mujeres, comenzando por los que viven a nuestro lado, se acerquen al amor misericordioso de nuestro Redentor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!

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sábado, 20 de noviembre de 2010

El rincón de la culturilla religiosa... El año litúrgico.

El año litúrgico:
La celebración del Año Litúrgico es la vivencia de la vida de Cristo, todas sus etapas desde su nacimiento hasta su muerte.
El año litúrgico, origen y significado


Origen del Año Litúrgico

Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo, otras más.

La primera fiesta que se celebró fue la del Domingo. Después, con la Pascua como única fiesta anual, se decidió festejar el nacimiento de Cristo en el solsticio de invierno, día en que numerosos pueblos paganos celebraban el renacimiento del sol. En lugar de festejar al “Sol de Justicia”, se festeja al Dios Creador. Así, poco a poco, se fue conformando el Año litúrgico con una serie de fiestas solemnes, alegres, de reflexión o de penitencia.

La liturgia es la manera de celebrar nuestra fe y el conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto a la Iglesia. Es el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental.

Liturgia viene del griego leitourgia, que quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad.

Cada celebración litúrgica tiene un triple significado:

1.
Recuerdo: Todo acontecimiento importante debe ser recordado. Por ejemplo, el aniversario del nacimiento de Cristo, su pasión y muerte, etc.

2.
Presencia: Es Cristo quien se hace presente en las celebraciones litúrgicas concediendo gracias espirituales a todos aquellos que participan en ellas, de acuerdo a la finalidad última de la Iglesia que es salvar a todos los hombres de todos los tiempos.

3.
Espera: Toda celebración litúrgica es un anuncio profético de la esperanza del establecimiento del Reino de Cristo en la tierra y de llegar un día a la patria celestial.

Los Tiempos litúrgicos

El Año litúrgico está formado por distintos tiempos litúrgicos. Estos son tiempos en los que la Iglesia nos invita a reflexionar y a vivir de acuerdo con alguno de los misterios de la vida de Cristo. Comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey.

En cada tiempo litúrgico, el sacerdote se reviste con casulla de diferentes colores:

Blanco significa alegría y pureza. Se utiliza en el tiempo de Navidad y de Pascua

Verde significa esperanza. Se utiliza en el tiempo ordinario

Morado significa luto y penitencia. Se usa en Adviento, Cuaresma y Semana Santa

Rojo significa el fuego del Espíritu Santo y el martirio. Se utiliza en las fiestas de los santos mártires y en Pentecostés.

El
Adviento es tiempo de espera para el nacimiento de Dios en el mundo. Es recordar a Cristo que nació en Belén y que vendrá nuevamente como Rey al final de los tiempos. Es un tiempo de cambio y de oración para comprometernos con Cristo y esperarlo con alegría. Es preparar el camino hacia la Navidad. Este tiempo litúrgico consta de las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, abarcando los cuatro domingos de Adviento.

Al terminar el Adviento, comienza el Tiempo de
Navidad, que va desde la Navidad o Nacimiento, que se celebra el 25 de diciembre y nos recuerda que Dios vino a este mundo para salvarnos.

La
Epifanía se celebra cada 6 de enero y nos recuerda la manifestación pública de Dios a todos los hombres. Aquí concluye el Tiempo de Navidad.

El Primer tiempo ordinario es el que va de la fiesta de la Epifanía hasta inicio de
Cuaresma. En el Primer y Segundo tiempo ordinario del Año litúrgico, no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo. En ambos tiempos se profundizan los distintos momentos históricos de la vida de Cristo para adentrarnos en la historia de la Salvación.

La Cuaresma comienza con el
Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días anteriores al Triduo Pascual. Es tiempo de preparación para la Pascua o Paso del Señor. Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Es tiempo para la conversión del corazón.

La
Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Resurrección. En el Triduo Pascual se recuerda y se vive junto con Cristo su Pasión, Muerte y Resurrección.

El Domingo de Pascua es la mayor fiesta de la Iglesia, en la que se celebra la Resurrección de Jesús. Es el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte y primicia de nuestra resurrección.

El Tiempo de Pascua es tiempo de paz, alegría y esperanza. Dura cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta
Pentecostés, que es la celebración de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. En esta fiesta se trata de abrir el corazón a los dones del Espíritu Santo.

Después de Pentecostés sigue el Segundo tiempo ordinario del año litúrgico que termina con la
fiesta de Cristo Rey.

El eje del Año litúrgico es la Pascua. Los tiempos fuertes son el Adviento y la Cuaresma.

Durante el Adviento, Navidad y Epifanía se revive la espera gozosa del Mesías en la Encarnación. Hay una preparación para la venida del Señor al final de los tiempos: “Vino, viene y volverá”.
En la Cuaresma, se revive la marcha de Israel por el desierto y la subida de Jesús a Jerusalén. Se vive el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo: “Conversión y meditación de la palabra de Dios”.

En el Tiempo Pascual se vive la Pascua, Ascensión y Pentecostés en 50 días. Se celebra el gran domingo: “Ha muerto, vive, ¡Ven Señor Jesús!

En los tiempos ordinarios, la Iglesia sigue construyendo el Reino de Cristo movida por el Espíritu y alimentada por la Palabra: “El Espíritu hace de la Iglesia el cuerpo de Cristo, hoy ”.

Los cambios de fechas en algunas fiestas del Año litúrgico.

El Año litúrgico se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos, la Semana Santa, coincide con la fiesta de la "pascua judía" o Pesaj, misma que se realiza cuando hay luna llena. Se cree que la noche que el pueblo judío huyó de Egipto, había luna llena lo que les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón.
La Iglesia fija su Año litúrgico a partir de la luna llena que se presenta entre el mes de marzo o de abril. Por lo tanto, cuando Jesús celebró la Última Cena con sus discípulos, respetando la tradición judía de celebrar la pascua - el paso del pueblo escogido a través del Mar Rojo hacia la tierra prometida - debía de haber sido una noche de luna llena. Hecho que se repite cada
Jueves Santo.

La Iglesia marca esa fecha como el centro del Año litúrgico y las demás fiestas que se relacionan con esta fecha cambian de día de celebración una o dos semanas.
Las fiestas que cambian año con año, son las siguientes:

· Miércoles de Ceniza
· Semana Santa
· La Ascensión del Señor
· Pentecostés
· Fiesta de Cristo Rey

Ahora, hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:

· Navidad
· Epifanía
· Candelaria
· Fiesta de San Pedro y San Pablo
· La Asunción de la Virgen
· Fiesta de todos los santos


domingo, 14 de noviembre de 2010

Resumen de la reunión del 14 de noviembre de 2010

Me temo que el resumen de hoy es que no hay resumen...
La idea de hoy era suscitar un debate a partir de las frases, canciones, poemas, textos... que sobre el amor hubierais buscado porque os gustaran especialmente, porque os hubieran llamado la atención y discutir sobre ello. El debate cuando se tienen ganas de participar puede ser apasionante.
No sé si realmente sois sinceros cuando decís que vuestros objetivos para este año son la participación, el compromiso, el crecer como grupo, el esfuerzo... no sé que pensar, de verdad. Si es así lo disimuláis muy bien.
Para que una reunión sea amena y no una pérdida de tiempo ni un coñazo, tiene que ser participativa, ágil, con la participación e implicación de todos...
Espero que leáis esto al menos, y os de que pensar; caso contrario, creo que me voy a dedicar los domingos a pasear por el Naranco o ir de paseo al Fontán.
Como os dije a principio de curso, el futuro del grupo está en vuestras manos y depende, casi exclusivamente de vuestra actitud.
Pues hala, a seguir bien...

Comentario al Evangelio del 14 de noviembre de 2010

Lucas 21, 5-19

"En aquel tiempo, como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: "Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida." Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?" El dijo: "Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato." Entonces les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. "Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas."

Tampoco es este un Evangelio fácil. Habla de los tiempos difíciles, de las dificultades.
Yo lo resumiría en una frase: Cuando la vida se tuerza, siempre podemos mirar a Jesús y buscar en él guía y aliento.
Luego hay más lecturas. J.A. Pagola, nos propone las siguientes:

Llamada al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas.

No a la ingenuidad. En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Éstas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»

Centrarnos en lo esencial. Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.

La hora del testimonio. Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio».

Paciencia. Ésta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.


sábado, 13 de noviembre de 2010

El rincón de la culturilla religiosa...

Evangelio


Los evangelios (del griego εὐ, que significa "bien", y αγγέλιον, que significa "mensaje", buena noticia) son los escritos que narran la historia de la vida, muerte, doctrina y milagros de Jesús de Nazaret. La proclamación del evangelio se conoce como evangelización.

Existen cuatro evangelios contenidos en la Biblia, llamados evangelios canónicos, reconocidos como oficiales por las diferentes confesiones cristianas. Son conocidos con el nombre de sus supuestos autores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La mayoría de los expertos considera que estos cuatro evangelios fueron escritos entre los años 65 y 100 d. C., aunque otros expertos proponen fechas más tempranas.

Existen otros evangelios, conocidos como evangelios apócrifos, no reconocidos por las iglesias cristianas.

La palabra es empleada por primera vez en la literatura cristiana por Pablo de Tarso en la primera epístola a los corintios (1 Cor, 15:1), escrita probablemente en el año 57:

"Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os anuncié, que recibisteis, y en el que habéis perseverado".

Tradicionalmente se atribuye la autoría de los evangelios a Mateo, apóstol de Jesús, a Marcos discípulo de Pedro, a Lucas, médico de origen sirio discípulo de Pablo de Tarso y a Juan apóstol de Jesús. Sin embargo, hasta hoy no ha sido determinada aun la autoría real de cada evangelio.

En el seno de la Iglesia Católica, el Concilio Vaticano II en su Constitución Dei Verbum enseñó que "la Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan".

Fechas de los Evangelios canónicos

No hay acuerdo acerca de las fechas exactas en que fueron redactados. La mayoría de los expertos considera que los Evangelios canónicos fueron redactados en la segunda mitad del siglo I d. C., alrededor de medio siglo después de la desaparición de Jesús de Nazaret, aunque muchos expertos consideran que fueron redactados antes de la destrucción del Templo de Jerusalén .

También existe una minoría que propone que los evangelios fueron redactados tras la destrucción definitiva de Jerusalén durante el reinado de Adriano.

Raymond E. Brown, en su libro An Introduction to the New Testament, considera que las fechas más aceptadas son:

  • Marcos: c. 68–73.
  • Mateo: c. 70–100 (aunque algunos autores, que no aceptan la prioridad de Marcos, sitúan su redacción en una fecha anterior al año 70).
  • Lucas: c. 80–100 (una mayoría de estudiosos lo data en torno al años 85).
  • Juan: c. 90–110. (fecha propuesta por C.K.Barrett; Brown no ofrece una fecha consensuada para el Evangelio de Juan).

Estas fechas están basadas en el análisis de los textos y su relación con otras fuentes.

En cuanto a la información que nos proporciona la arqueología, el manuscrito más antiguo de los evangelios es el llamado Papiro P52, que contiene gran parte del Evangelio de Juan y, según los papirólogos, es de la primera mitad del siglo II, aunque no existe consenso acerca de la fecha exacta, habiendo quienes retrasan su datación al primer cuarto del siglo II y quienes consideran que es del segundo cuarto. De todos modos es extraordinario el brevísimo lapso que separa al manuscrito original de Juan con la copia sobreviviente más antigua. Y esto se constata – en menor proporción - en todos los Evangelios cuyas copias más antiguas guardan menos de un siglo con el original.